Por Herr Padrón
Todo empezó con: “¿Y si pido vacaciones?”, y así, cuatro días después, nos dirigimos a Holanda.
Tras transcurrir cuatro horas de camino por las autopistas de Alemania y Holanda, llegamos al pueblo de Egmond aan Zee, que nos recibe con café, pastel de manzana y una maravillosa vista al mar, para así iniciar las vacaciones.
Egmond aan Zee está ubicado en la provincia de Holanda Septentrional, a solo 10 km de Alkmaar, la ciudad del queso. En este pequeño pueblo podrás disfrutar de playas kilométricas, ir de paseo al faro o explorar sus dunas.
disfruta de sus playas y mar
Caminar por la playa llena de conchas y aves provoca que este viaje empiece excelente. En la zona que estuvimos es conocida por sus playas, estar cerca de una zona protegida de dunas y el faro monumental "Van Speyk", que data de 1834, que dirige a las embarcaciones que navegan por esos rumbos.
Conforme oscurece, se puede apreciar el faro y caminar de nuevo por la playa, mientras el viento pega en tu cara, ver al frente y solo ver playa y neblina, escuchando las olas del mar.
Al terminar el recorrido decidimos ir a tomar una cerveza, lo que nos lleva a un bar de esos que vez en las películas de marineros, donde el cantinero es el dueño del lugar, luz tenue, hombres jugando billar o dardos y nosotros a degustar una cerveza Holandesa.
Mientras escuchamos la plática del cantinero con uno de los clientes que está en la barra, sorpresa, voltea al escucharnos hablar y nos pregunta que de donde somos, al mencionar que soy de México da un grito de alegría y comienza a contarnos que el trabajó en México para PEMEX, pero que ahora se va para Aruba, con un Español con acento chistoso y con unas copas de más, se alegra de conocernos y sin dejar de gritar: No lo puedo creer, vengo de México, estoy hablando de mi trabajo en México y hay un Mexicano aquí (es una de esas historias viajeras que uno debe contar). No cabe duda que, el viajar no solo es conocer lugares, si no también personas, historias, crecer.
pueblo tranquilo pero diverso
Es imposible no empezar el día siguiente desde temprano, para aprovechar desde el inicio los rayos del sol, que aunque amanece frío, completamente lo contrario a las playas mexicanas, el disfrutar de la caminata y ver como la gente sale a correr, caminar con sus perros o incluso andar en bici en la playa, vale la pena el sufrir al principio del frío. Y es que Egmond aan Zee es un auténtico destino familiar, con una extensa playa, chiringuitos encantadores y el suficiente espacio para jugar.
Después de caminar, es buen momento para una pausa con un café y tomar fuerzas para la siguiente caminata que nos espera en las dunas.
La Reserva Natural de Dunas de Holanda Septentrional (Noordhollands Duinreservaat en holandés) te invita a ir de paseo, donde uno puede atravesar por un camino de adoquín o internarse un poco por los caminos marcados, ya que no en todas partes está permitido ingresar.
Maravilloso espectáculo observar caballos y bisontes en su área natural, sin una reja que te separe de ellos, caminar entre las dunas que te ofrece vistas increíbles conforme el sol y la luna compiten por el cielo, jugar con las sombras y las distancias para practicar fotos, encontrar trampas para insectos (seguramente de los estudios que hacen sobre la fauna y flora del lugar) y así, perdiéndonos en este lugar, disfrutamos de la soledad que encontramos ahí.
Y hay muchas actividades, como visitas guiadas, ofertadas en los tres distritos de Egmond.
Al terminar este recorrido, nos disponemos a cenar y después a descansar, porque al siguiente día nuestro recorrido continuó a la ciudad de Haarlem, no sin antes despedirnos del mar.
BUSCA HOSPEDAJE
Vive una gran experiencia como los lugareños en Egmond, aquí podrás encontrar apartamentos y estudios de vacaciones en casas típicamente holandesas, con techos de vigas acogedores, vistas al faro o con su propia terraza en las dunas. Busca tu favorito:
